viernes, 28 de diciembre de 2007

THE SCARY GUY

El artículo incluido hoy trata sobre el bullying en el centro escolar, pero visto desde un punto de vista diferente al que estamos acostumbrados.

He querido por tanto hacer un breve mención a una definición aproximada de bullying:”implica a veces el golpear o dar patadas a otros compañeros de clase, hacer burlas, "pasar de alguien", etc. Pero estas situaciones resultan bastantes comunes en los centros educativos (colegios e institutos), y pueden llegar a ser muy dañinas para quienes las sufren, generalmente en silencio y en soledad.

La palabra "bullying" se utiliza para describir estos diversos tipos de comportamientos no deseados por niños y adolescentes, que abarcan desde esas bromas pesadas, el ignorar o dejar deliberadamente de hacer caso a alguien, los ataques personales, e incluso los abusos serios. A veces es un individuo quien hace el "bullying", o un grupo (pandilla).”

Muchas veces hemos oído que los adultos somos el libro del que deben aprender los niños, somos el espejo en el que se miran y eso es lo que han debido de pensar algunos institutos de Inglaterra y EEUU por al decisión que han adoptado….


Una bestia contra el acoso escolar

Como un apóstol, peregrina por los colegios de Inglaterra y EEUU con mayor índice de expulsiones animando a los chavales a «amar a los demás». su mensaje no es nuevo, pero su presencia basta para que los alumnos, que le adoran, abandonen actitudes violentas. SU NOMBRE ES «the scary guy», tiene 52 años y fue acosador.

Una biblioteca de una escuela sin calefacción, a las afueras de Bury, condado de Lancashire, en Inglaterra. Un estudiante adolescente arrastra nerviosamente los pies por el suelo de parqué y se repantiga en su asiento. Con el nudo de la corbata aflojado y los hombros caídos, el lenguaje de su cuerpo expresa a la perfección que es el típico rebelde escolar. A pocos metros delante de él, un hombre de aspecto imponente y tatuado de la cabeza a los pies, que va vestido con una chaqueta de cuero, está de pie ante una pizarra y habla acerca del acoso escolar. Pero no parece que el joven le esté escuchando; está absolutamente concentrado en dar codazos al compañero de al lado. Cuando se abre el turno de preguntas y el resto de sus compañeros de clase levanta la mano, la suya ni se mueve. Pero cuando termina la sesión, ocurre algo inesperado.

–«¿Por favor, puedo darte un abrazo?», pregunta el chico.

«Lo normal es que sea eso lo que ocurra. Los chicos de esas características son los primeros que se acercan a verme. Te crees que no has conseguido que les cale tu mensaje, pero lo único que pasa es que están exteriorizando una pura pose delante de sus amigos. Es normal, incluso, que se pongan a llorar al término de la sesión», me explica luego, al cabo de unos minutos y de una docena de abrazos que me dejan para el arrastre.

Se hace cuesta arriba creer que este ex artista de expresión corporal de casi 130 kilos y 1,85 m, que tiene cubiertas de tatuajes y perforaciones más de tres cuartas partes de su piel, sea el gran embajador contra la violencia escolar. Sin embargo, The Scary Guy, [en castellano, algo así como El Coco] se describe a sí mismo como «el nuevo rostro del amor». Él mismo calcula que, a lo largo de la década pasada, ha difundido su mensaje, un manifiesto en favor de la coexistencia pacífica para acabar de una vez con todo ese submundo del acoso escolar, a más de un millón de escolares a ambos lados del Atlántico.

Tal es su éxito que, durante 2006, paseó su cursillo para erradicar esta lacra que no distingue países por la mayor parte del norte de Inglaterra, y recientemente ha recibido 50.000 libras esterlinas [más de 75.000 euros al cambio actual] del gobierno municipal de Bury para que extienda la buena nueva por las escuelas de toda la zona del Gran Manchester en un curso de seis semanas de duración. «¡Oye, tío, que no me estoy haciendo rico con esto!», se apresura a recalcar, y de paso aclara que, si se descuentan los gastos de viaje y hotel, lo que le queda es una cantidad insignificante. «Lo hago porque hay que hacerlo».

Mucha demanda. A principios de este mismo año, de acuerdo con una encuesta realizada por la organización benéfica Bullying Online entre 8.000 niños, profesores y padres, el 69% de los alumnos reconoció que había sufrido algún tipo de acoso escolar en el último año y el 50% de ellos concretó que había sufrido algún tipo de daño físico o lesión a manos de un abusón o matón del centro escolar.

Sin embargo, el 74% de los padres que participaron en la investigación tenía la sensación de que las medidas adoptadas por el centro educativo de sus hijos para atajar el acoso escolar no habían dado resultado alguno y sólo el 40% de los profesores encuestados decía contar con la capacidad necesaria para poner fin al acoso escolar. Pero no es un problema exclusivo del Reino Unido. En España, por ejemplo, uno de cada cuatro escolares (en torno a 1,7 millones de niños), también es víctima de esta lacra. No es de extrañar que El Coco goce de tanta demanda.

Su transformación empezó en 1996, cuando trabajaba como artista del tatuaje en Tucson, Arizona, EEUU. Conocido en aquellos tiempos como Earl Kaufmann, en 1998 cambió legalmente su nombre por el de The Scary Guy. Desde entonces, ha propagado sus positivos puntos de vista sobre el mundo en cárceles, comisarías de policía y, lo más sorprendente, en una delegación de la revista PC World. A lo largo del año pasado se tomó sólo un día de vacaciones y sólo muy de vez en cuando consigue recalar en su casa de Kansas (su mujer le acompaña en sus comparecencias en EEUU). Trabaja sin descanso; eso sí que da miedo.

En cada una de las tres sesiones en las que ha participado en Bury, empieza siempre relatando a los chicos una historia acerca de un adolescente que le escribió desde Alemania para contarle que un amigo suyo, víctima del acoso escolar, estaba pensando en ahorcarse. El chico le decía por escrito que «si yo fuera un amigo suyo de verdad, le ayudaría a hacerlo». Acto seguido, El Coco invita a los niños a salir a la pizarra que hay en uno de los lados de la sala para que escriban en ella su definición de lo que entienden por acoso. Y les pregunta también cuántos de ellos han sido objeto de estas conductas delictivas.

Aunque algunas manos tardan más en alzarse que otras, al final prácticamente todos ellos las tienen levantadas. A continuación, él se esfuerza en explicarles cómo aprender a no tomarse el acoso como algo personal. Para ello recurre a poner como ejemplo las relaciones con sus madres. «Aunque os enfadéis con ellas, vosotros las seguís queriendo, ¿vale?», explica. La charla termina con un vídeo que subraya su búsqueda de un mundo mejor, en el que se le ve paseando por la calle y cómo se le quedan mirando los que se cruzan con él. En el vídeo también aparecen funcionarios, directores de centros, alumnos y policías que explican cómo sus charlas han cambiado sus vidas. La banda sonora del vídeo es una canción titulada Club Foot, un tema muy fuerte de guitarras agresivas a cargo del grupo Kasabian con letras como ¿Pretendes controlarme a mí? Te estás metiendo con el enemigo.

Una estrella de rock. Al final, el efecto de estas sesiones no es muy diferente del que se produce tras un concierto de rock. Los chicos tratan de hacerse con alguno de los carteles que proclaman: «El Coco: un nuevo esfuerzo para acabar con la cólera, el odio, la violencia y la muerte».

El criterio que sigue es crear un sistema para hacer frente al acoso «en el momento en que se produce, no después». ¿Su mensaje central? «Todo ser humano aspira a ser querido y aceptado, por encima de cualquier otra cosa».

Él cuenta que de niño era más bien introvertido y nunca fue víctima de acoso escolar. En todo caso, estaba del lado de los acosadores. «Durante 43 años fui una mala persona, un sarcástico hijo de puta. Estaba dispuesto a humillar a cualquiera de todas las maneras que se me ocurrieran», afirma.

La sesión de hoy representa la tercera fase de un programa de cuatro en el que cada alumno se compromete a pasar siete días y siete noches sin hablar mal de nadie y sin llamar a ningún compañero por otro nombre que no sea el suyo. El Coco insiste mucho en «seguir el programa a rajatabla». Sin embargo, él llama «tío» a todo el mundo con el que se topa.

Está claro que The Scary Guy, que antes de este trabajo vendía ordenadores, no mete tanto miedo como parece al principio. «También se suele pensar que soy uno de esos moteros, o un asesino, o un drogadicto pero, cuando alguien tiene la pinta que yo tengo y dice las cosas que yo digo, se ponen a escuchar», explica. Ésa es la clave. No puede decirse que su mensaje sea revolucionario; no dice nada que no se haya dicho ya antes, pero el mensaje funciona precisamente porque es de su boca de donde salen esas palabras.

Lee mensajes de correo electrónico y periódicos, pero incluso ahora, a sus 52 años, reconoce que no ha leído jamás un libro en su vida y que de niño no aprendió nunca a leer. Considera que eso le permite ser más intuitivo. «Uno de los puntos importantes de vivir a tope el presente es que no te cuestionas a ti mismo», sugiere. ¿Por qué tendría que hacerlo? Desde que visitó el Instituto de Enseñanza Secundaria de Pindar, en Scarborough (Inglaterra), que es el centro educativo con el peor historial de expulsiones permanentes de alumnos de toda Gran Bretaña, los resultados han sido casi milagrosos. En los dos años transcurridos desde que pasó por allí, Pindar no ha registrado ni una sola expulsión permanente.

Por ello, son incontables los centros que ahora siguen el ejemplo de Pindar. Durante los dos días que he pasado con él, su representante, Gary Lee, ha recibido alrededor de una docena de solicitudes de visitas procedentes de otros centros escolares de Gran Bretaña.

Una vez que los alumnos se han retirado, me habla de los hijos que tiene; uno es biológico, una mujer de 28 años, de nombre Jillian, y otras dos, Angelica y Kim, lo adoptaron a él como padre cuando tanto la una como la otra tenían veintitantos años, después de haber sido abandonadas por sus familias respectivas.

A continuación, nos trasladamos al salón de actos del instituto, donde The Scary Guy ha convencido a varios de los profesores para que se queden, una vez terminadas las clases, para tomar parte en una sesión similar a la que acaba de mantener con los alumnos. Y es que algunos de los adultos ya han asistido a la fase primera del curso, celebrada hace algunas semanas.

Los profesores se sientan en las sillas del fondo, lo más lejos posible de donde está él, y ríen nerviosamente cuando les pregunta si les gusta la camisa hawaiana que lleva. Nadie dice que no. «Creo que si las escuelas obligaran a llevar camisas hawaianas en clase, las cosas mejorarían rápidamente», razona. Cuando dice que es consciente del rollo que supone para los profesores tener que quedarse después de las horas lectivas, se aprecia en la sala un ambiente más relajado. Al poco tiempo, se los ha vuelto a ganar. «He estado trabajando en lo que usted recomendó la última vez que estuvo aquí, y la verdad es que se ha notado la diferencia», comenta con un tono solemne una profesora vestida con una chaqueta de punto.

Críticas a su método. Ahora bien, ¿qué es lo que piensan los expertos en prevención del acoso escolar acerca de sus métodos? «Nos encanta saber que hay alguien que es capaz de transmitir un mensaje positivo que estimula la armonía y no da pábulo al acoso entre los jóvenes, aunque nos preocupa que algunos aspectos de sus enseñanzas puedan no ser los más apropiados si se aplican con carácter general. Cabe la posibilidad de que el hecho de que se identifiquen con un personaje como The Scary Guy lo único que consiga sea exacerbar su sensación de diferencia y hacer que se sientan incluso más ajenos a lo que es lo normal. Él ha elegido ir lleno de tatuajes, pero un niño no elige tener un problema de coordinación o unas orejas grandes», asegura Linda Frost, de la organización Kidscape, dedicada a combatir el acoso escolar.

Ni una sola vez pregunta a los chicos por qué acosan. Tampoco les regaña por hacerlo. Da por hecho que todo el mundo ha sido objeto de acoso, en especial los más «matoncetes». Su mensaje se basa en «amar a los demás». «Es la mejor forma de abordar el problema, más efectiva que las amenazas, las detenciones o las acusaciones», asegura.

Habrá quienes siempre se muestren recelosos ante su aspecto externo o ante su manera de abordar el problema. Sin embargo, él sostiene que no hay más que hablar con los estudiantes para comprobar que todo eso da resultado. Una alumna, Lauren, de 14 años, ha recibido de El Coco el título especial de «embajadora», lo que significa que va a volver a la escuela donde cursó la primaria y va a transmitir allí, a otros niños más pequeños, los conocimientos que ha recibido. ¿Se habría sentido igual de impresionada por el manifiesto anti acoso si The Scary Guy fuera uno de sus profesores habituales? «Bueno, no lo sé, probablemente no, porque los profesores son gente normal y corriente, ¿no?», responde.

Reconozco que a mi me ha impresionado y si como dicen esto ha dado resultado en aquellos institutos yo voto porque se le “reclute” para dar charlas en algunos de nuestros centros.

Cualquier medida que mejora la convivencia entre escolares y evite los acosos que muchos de nuestros alumnos sufren que sea bienvenida.

Creo que contar la propia experiencia siempre ayuda a los demás, es mas fácil quizás educar a los chic@s de esta forma que no a través de cuadernillos sobre convivencia escolar .Siempre un caso real nos parece más cercano y más fácil identificarnos con ello.

¿Qué pensáis vosotros?

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